El agente secreto británico más famoso de todos los tiempos volverá, con una nueva entrega de la saga, en el estreno de "No time to die" y desde PetrolBonVivant queremos rendirle nuestro pequeño homenaje para, así, agradecerle todos estos años al servicio de su Majestad. Dado que los tiempos cambian y pocas figuras se acaban salvando del revisionismo imperante en el cine actual, no sabemos cuánto nos queda de Bond por delante. Disfrutemos mientras nos dejen.
Frío, calculador, ligeramente arrogante y un imán para las mujeres. Todo mezclado, pero no agitado.
Es muy posible que, si has llegado hasta aquí, te hayas visto cautivado no sólo por el argumento de las historias de 007 sino, sobre todo, por el aura de genuino gentleman que rodea a James Bond; esa esencia que ha conectado con varias generaciones y ha permanecido inalterable.
Teniendo que lidiar con muchos peligros y enfrentarse a otros tantos villanos, quizás su misión más difícil haya sido precisamente la de conseguir trascender más allá del propio personaje y convertirse en un icono atemporal.
Pero en esta tarea no ha estado solo… No se puede entender el mito despojándole de su ecosistema y analizando su sola figura; Bond es 007 pero también es la chica (cosa no políticamente correcta), esos villanos que mencionábamos antes, la aparentemente ingenua Monny Penny, y el ingenioso Q , acompañado de todos los artilugios imaginables.
Y en todo este planeta propio, hay tanto de qué hablar que, puestos a elegir, empecemos por la parte un poco más petrol que bon vivant: los coches.
Al contrario de lo que pudieras haber pensado y a pesar del enorme escaparate que ha sido y es 007, su relación con el automóvil no surge como una estrategia comercial ni responde a un matrimonio de conveniencia; refleja la pasión de su creador: Ian Fleming. Ya en "Casino Royale", la primera novela de Bond, se podía leer esto:
La única afición de Bond era su coche: uno de los últimos Bentley 4½ con sobrealimentador Amherst Villiers . [...] Lo conducía con mano firme, casi con placer sensual. Era un cupé cabrio color gris “acorazado” que realmente se podía descapotar y que alcanzaba una velocidad de crucero de 140km/h, con un margen de 50 más en reserva.”
El querer proyectar en Bond su amor por el automóvil, fue solo el principio. Significó el punto de partida para un genial efecto mariposa que hoy, nos brinda la oportunidad de traerte una larga y bonita historia .
Tengas la edad que tengas, seguro que conservas en tu mente la imagen de un apuesto Sean Connery flanqueado por un Aston Martin. Una imagen que no se puede entender si falta alguna de las dos partes.
Después de veinticinco películas, el arsenal de vehículos que nutre la saga es inmenso y para poder abordarlo de una manera adecuada, lo dividiremos en tres entregas. En la primera de ellas, hablaremos solo de los coches de Bond como tal, desde "Dr. No" (1962) hasta el presente (te recomendamos encarecidamente que leas hasta el final).
El inicio: Sunbeam Alpine roadster
Uno podría pensar que el desarrollo de la saga fue un camino de rosas y que, desde el primer momento, Bond estuvo asociado a las máquinas más caras y exclusivas de su época, pero no fue exactamente así...
Si bien el Sunbeam Alpine tiene el honor de ser el primer coche que vimos conducir a James Bond, no es el primero del que se le hace entrega; lo recoge como coche de alquiler. Sea como fuere, después de la mítica persecución que ocurre más tarde, adquirió su status para la eternidad. Pero, ¿cómo era el Sunbeam Alpine y cómo llegó a las manos de 007?
El Alpine fue un pequeño biplaza del fabricante británico Sunbeam que surgió como un deportivo relativamente asequible dispuesto a satisfacer las demandas del mercado americano. Se lanzó en 1959 y fue adaptando sucesivas mejoras en sus actualizaciones hasta 1968. El que aparece en Dr. No es un Series II de 1962: 1.6 litros y doble carburador para 80 caballos. Es una receta que, en la época, suponemos que sería toda una delicia.
Su origen es de lo más curioso y es que, si antes decíamos que era un coche de alquiler en la ficción, también lo era en la realidad. El Alpine color "lake blue" que conduce Sean Connery por Jamaica provenía de un particular, una señora de 53 años llamada Jennifer Jackson a la que el equipo de producción pagó diez dólares por cada día de rodaje con su coche. No creo que llegara a imaginarse nunca la repercusión que luego tendría su coche. De todos los fans de Bond, gracias Jennifer.
¿Te imaginas que la próxima saga de éxito te pidiera tu coche para usarlo en su rodaje? En los tiempos actuales, nosotros tampoco.
La era Lotus y la era Turbo
Saltamos ahora varios años hacia delante para entrar en la época del Bond de Roger Moore (ya volveremos sobre nuestros pasos). La décima película de la saga y la tercera de Moore, "The spy who loved me" ("La espía que me amó", en nuesto país), tenía la gran responsabilidad de levantar una franquicia que parecía que se estaba deshinchando y lo acabó consiguiendo: ingresó 185 millones de dólares de un presupuesto de solo 14. De todos los ingredientes típicos para conseguirlo, había uno que sufría una variación sustancial: el coche.
Sin salir de Gran Bretaña, 007 se pasó al diseño vanguardista, a la ligereza y al ADN de competición de las creaciones de Colin Chapman. El Lotus Esprit fue el encargado de representar este salto, en una maniobra fantástica por parte de la propia compañía.
Como suele suceder en las grandes historias del mundo del motor, todo comienza con el ingenio de algún tipo (en Inglaterra se empeñan en llamarlo fast thinking pero aquí decimos "ser más perro que Niebla"). El caso es que Donovan McLauchlan, jefe de relaciones públicas de Lotus por aquel entonces, tomó "prestado" un prototipo del Esprit, tapó las insignias y lo llevó hasta las oficinas de los directores y guionistas de Bond, donde lo fue aparcando y moviendo entre los edificios sin dar mayores explicaciones.
Fue entonces cuando, después de su presentación oficial, fue el propio productor -Cubby Brocoli-, el que dijo que quería ese coche en su próxima película. Se concretó hasta el color: blanco, adecuado para el ambiente de Sardinia. Un acuerdo de 17500 libras, dos coches y siete carrocerías por el mejor escaparate del momento. Parece ser que la actual tendencia de crear hype y filtrar fotos espía también encuentra similitudes años atrás...
El primer Lotus Esprit de Bond era un S1 de 1976. Montaba un 2.0 de cuatro cilindros y 160 caballos que, para el aura de superdeportivo que se traía la creación de Chapman, se quedaba un poquito corto. Además, en la más pura tradición de los deportivos británicos, era un batiburrillo de piezas heredadas de modelos más modestos.
La visión de Lotus de la deportividad siempre ha primado la ligereza sobre otras cosas que el cliente medio reclamaba y por ello, ha sufrido cierta incomprensión.
No obstante, nada de esto importaba porque, aparte de todos los refinamientos típicos de Q, se convertía en un submarino. ¡Qué memorables esas escenas bajo el agua! Casi tanto como el detalle (añadido por el propio Moore), de sacar un pez por la ventanilla del Esprit -y que evidencia la impronta ligeramente cómica del actor en el personaje-.
Crear un vehículo anfibio con la base del Esprit fue un desafío que involucró una gran cantidad de recursos humanos y económicos.
Después del triunfo del primer Esprit, aun había margen para seguir explotando el éxito y, esta vez en "Sólo para sus ojos" (1981) llegó el Esprit Turbo. Eran los años 80, la sobrealimentación se hizo moda y todo lo que llevara la palabra turbo molaba. 207 caballos y un portaesquís crearon una imagen llena de glamour que devolvían a James Bond a un mundo más terrenal, tras la aventura espacial de "Moonraker".
Los 90: la herejía del Bond germanizado
Seis años pasaron hasta que 007 volvió en 1995, con "Goldeneye". Para entonces, la era Timothy Dalton se terminó y llegó Pierce Brosnan para tomar el relevo. Por aquellos entonces BMW simbolizaba la revolución tecnológica y, a golpe de talonario, firmó un contrato con la franquicia de EON para ser la encargada de proveer a Bond de una montura acorde durante las tres siguientes entregas. No fue una noticia bien recibida para quienes entendían a Bond como un bastión de la tradición británica.
El primer fruto de esta unión llegó con el BMW Z3. Toda la serie Z (de Zukunft: futuro en alemán), daba forma a ese ideal de coche aspiracional que en los 90 se encarnaba en el roadster. El Z3 era una muestra más de la idea de BMW de ofrecer un biplaza puro y su puesta de largo, abanderado por James Bond, no podía ser mejor.
Pero a pesar de la pureza de sus líneas y de su ligera conexión con el BMW 507, el Z3 de acceso distaba mucho de ser un deportivo prestacional. Animado por un 1.9 de 138 caballos, no se le podía pedir demasiado. Con todo, la jugada de marketing salió redonda. ¿El primer coche Bond para el pueblo?
El desembarco del Z3 se produjo con motorizaciones "tímidas". Luego escalaría en potencia hasta el salvaje Z3 M de 321 caballos.
Se fabricaron cien unidades como la de la foto para el mercado americano con detalles específicos edición 007. En la actualidad es uno de los Z3 más cotizados.
Lo que le siguió fue un giro hacia la vanguardia tecnológica. De los cupés y superdeportivos a las grandes berlinas de representación con el BMW 750iL en "El mañana nunca muere" (1997). Un viejo dinosaurio con un V12 de 5.4 litros y 354 caballos de esos que uno aun puede encontrar a buen precio en el mercado de segunda mano.
Por si el surtido de gadgets típicos y el blindaje del vehículo no fueran suficientes, Q hace entrega a 007 de un teléfono Ericsson para controlar de manera remota el coche, en una suerte de precursor de los smartphones actuales. La persecución que tiene lugar con Pierce Brosnan conduciendo desde los asientos traseros seguro que la recuerdas.
Por último pero no menos importante, con "El mundo nunca es suficiente" (1999), llegó el canto de cisne de la serie Z de BMW, el Z8. El verdadero heredero espiritual del 507 estaba animado por el V8 del M5 E39 pero para Bond no fue exactamente así.
Puede que el BMW Z8 sea el coche más "Bond" fuera de UK, el que más conecta con las épocas del Grand Tour.
En el rodaje de esta película, el Z8 aun estaba en desarrollo y BMW no fue capaz de proveer ninguna unidad completa. En vez de eso, cedió varias partes de los prototipos para que montaran una réplica, una especie de set de Lego escala 1:1.
Eso sí, el motor era un V8 de Chevrolet y la suspensión de Jaguar, pero sirvió para garantizar su aparición y ser cortado a la mitad por una sierra. Menos mal que era un kit-car...
El incontestable coche Bond: Aston Martin
Sí, hemos dejado lo mejor para el final: la relación indisoluble entre el agente 007 y el fabricante de deportivos, la máxima expresión de lo British (con el permiso del Big Ben y la Reina de Inglaterra).
El periplo que llevó a Aston Martin a asociarse inequívocamente con el universo de James Bond no fue corto, ni siquiera sencillo. Sin embargo, la firma de Gaydon tenía la historia ligeramente de su parte. Inconsciente de la tormenta que desataría años más tarde, Ian Fleming escogió un Aston DB Mk.III (o DB3) para su Bond de "Goldfinger". Era el primer paso.
La adaptación al cine de "Goldfinger" tuvo lugar en 1964 mientras las cosas en Aston Martin seguían su curso -aunque con una situación financiera un tanto delicada-. Se sustituyó el DB Mark III por el DB4, ese coupé fantásticamente trajeado por Carrozzeria Touring Superleggera y a su vez, encontró su evolución en el DB5 de 1963.
Carrozzeria Touring Superleggera ha sido artífice de verdaderas obras de arte sobre ruedas: Ferrari 166 Mille Miglia, Alfa Romeo Disco Volante, Aston Martin DB4 GT...
Para ese año, John Stears (cuyo papel en Star Wars fue destacado), era el encargado de traer a la saga unos efectos especiales a la altura y Ken Adam era responsable de producción. Después del éxito de Desde Rusia con amor, pensaron en dar una vuelta más de tuerca y dotar a Bond de un vehículo con personalidad propia. Se dirigieron con el proyecto de un DB5 "tuneado" a las oficinas de Aston pero se encontró con un muro, se negaban a prestar ningún coche para lo que consideraban poco menos que un disparate.
No sabemos si fue la ola Britpop que llegó para sacudir los cimientos de una sociedad "carca" o la insistencia del propio David Brown que lo consideraba una gran oportunidad. El resultado fue que en Aston abrieron la mente y aceptaron la colaboración, cediendo dos prototipos del DB5 con la condición de que fueran devueltos tras el rodaje. Conservaba el seis en línea 4.0 de 286 caballos del purasangre original. Un product placement para la historia.
Luego se las apañaron para conseguir meter en el DB5 todos los gadgets ideados por los miembros del estudio: cortina de humo, placas de matrícula giratorias, dispensador de aceite, picos en las llantas a lo Ben-Hur, asiento eyector... Lo que vino luego con Sean Connery a los mandos podemos llamarlo un camino a la inmortalidad.
En agosto de 2019, este vehículo se subastó por 5'7 millones de euros: el precio de sentirte 007.
Tan mítico ha sido el DB5 que ha aparecido en numerosas entregas y lo hemos visto con casi todos los 007. Después tuvimos al primer DBS (una mejora del DB6), igual de efímero que George Lazenby en el papel de Bond. El paréntesis Lotus de Roger Moore se terminó a su vez con Timothy Dalton y el V8 Vantage Volante de "The Living Daylights".
Los escarceos del DB5 se iban sucediendo hasta que llegó el Vanquish, primer Aston del 007 moderno y ya de la etapa de la marca bajo el paraguas de Ford. Aun así, nada igualaría al primero; el clásico dilema de las innovaciones "cero a uno" versus "uno a muchos".
La sombra del DB5 es tan alargada que ha conseguido eclipsar diseños tan agradecidos como el musculoso Vanquish.
Y es que, con Daniel Craig (el Bond más "real" en mi opinión), vimos el nuevo DBS y el prototipo DB10, pero la estrella volvió a ser la reaparición del original en "Spectre". ¿Qué nos deparará "No time to die"? Tendremos que volver a esperar, ahora hasta octubre, para saberlo.
Epílogo
Que el mundo del motor esté tan ligado a James Bond (o al revés), no es casualidad. Más allá de todas las maniobras empresariales y acuerdos y desacuerdos para asignar un medio de transporte a Bond y monetizarlo, no podemos obviar la verdadera razón que subyace en todo ello..
El automóvil representa en última instancia el paradigma de la libertad sin cortapisas. Nos enseña que hay momentos que hay que vivirlos deprisa y otros saborearlos como si de un relajante paseo se tratase. Simboliza nuestras inquietudes y nuestros anhelos y nos conecta con ese niño que quería ser un agente 00. Y eso, nos lo han sabido explicar muy bien a lo largo de estas 25 películas, tal como Ian Fleming también lo sentía.
Como adelantábamos al principio del artículo, puede que en unos años no tengamos un James Bond en el que querer reflejarnos. Puede que no quede ese tono chulesco "feo, fuerte y formal", ni las chicas y quizás, ni los coches..., pero nos quedará el consuelo de saber que pudimos ser testigos del gentleman que nos marcó.
Esperamos que hayas disfrutado una vez más.
¡Saludos sibarita!
Fotografía: EON Productions Limited
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