Dice una frase tremendamente manida que la diferencia entre un niño y un adulto está en el precio de sus juguetes. No encontramos ningún motivo para argumentar lo contrario así que la tomaremos por válida. Si de niño nos recorríamos los pasillos de las jugueterías con los ojos abiertos como platos, ahora fijamos esa misma mirada en los coches de algún concesionario.
Quizás a partir de esta misma visión , la de crear una juguetería para petrolheads, un tipo llamado Andreas Dünkel se lanzara a crear Motorworld; una serie de espacios dedicados en cuerpo y alma al automóvil y a su idiosincrasia. Con ubicaciones en lugares como Stuttgart, Berlín, Múnich y próximamente Luxemburgo o Mallorca, parece ser que la idea encontró el sustrato que merecía y nosotros no podemos sino agradecerlo.
En Motorworld conviven concesionarios con restaurantes, tiendas, salas de conferencias, exposiciones de vehículos de todo tipo y un largo etcétera.
Fue precisamente Motorworld Múnich la sede que tuvimos ocasión de visitar y donde, después de saborear cada metro, teníamos claro que debíamos contároslo. Puede no ser un clásico lugar de peregrinación para el amante del motor promedio, pero desde luego que merece la pena.
Recorrer sus pasillos
Quién diría que, mientras te llevas desagradables sorpresas en ciertos museos, descubriendo que son un pan sin sal (previo pago), tirar de una simple puerta te puede alegrar tanto la vista... De hecho, no creo que estéis demasiado acostumbrados a ver tres Bugatti en fila y tampoco creo que nosotros estemos nunca, por mucho que fuera lo que ocurre.
A la bienvenida inicial de un Chiron y sendos Veyron -uno de ellos en un vinilado de Transformers de dudoso gusto-, le sigue una fiesta de vehículos de ocasión de los concesionarios cercanos donde lo mismo se puede soñar que abrir la cartera, según lo profunda que sea esta última. Como la exposición va cambiando, puede que os encontréis un panorama bien distinto y que, donde esta vez hubiera una perfecta selección de 911s (todos en venta), halléis diferentes monturas.
Creednos cuando decimos que es fácil perder la noción del tiempo deteniéndose en cada unidad, observando sus detalles, su ficha e incluso preguntando por su precio. Tengas la debilidad que tengas, aquí te veras tentado. Si no lo consigue un Morgan Threewheeler ni un restomod de 911 muy bruto, puede que te encaje más el último Ford GT.
Un 911 como estos nace de una base de 964 y según los gustos del cliente oscilan entre los 300 y 600CV, mejorando hasta el último detalle.
Más allá de todo lo que se puede comprar, Motorworld también es famoso por otro detalle; sus cajitas de cristal para la custodia de vehículos. Como si de coches de slot se trataran, una serie de vitrinas apilan los coches de clientes en un ambiente de buena temperatura y vigilado que sirve también para poner los dientes largos al personal. En Alemania además, donde es más habitual tener coches "de temporada" debido al crudo invierno, cobra aún más sentido.
El juego de escudriñar los cuatro niveles de cajas para ver qué esconden y no perder detalle es casi una obligación.
Y no, tampoco se ve todos los días una de las 500 unidades del Alfa Romeo 8C, un 911 Carrera 2.7 RS o un M3 Sport Evolution. Además, para endulzarlo, uno se puede topar con una réplica del 550 Spyder "Little Bastard" del malogrado James Dean o todo un Porsche 962C con sangre de competición ( Campeonato japonés de prototipos de 1986). En fin, si pudiéramos nos los llevaríamos todos...
Los espacios de las marcas
En Motorworld también hay hueco para que algunas marcas, aparte de la mencionada Bugatti, muestren sus productos, rindan homenaje a modelos míticos o establezcan su servicio oficial. BMW, por ejemplo, obsequia a los visitantes con uno de los escasos M1, el último M4 hasta arriba de M Performance Parts o su guinda del pastel, un BMW 507 que fue del mismísimo Elvis Presley. Hoy en día, un 507 ya se cotiza por encima de los 2 millones de dólares
Esta historia de amor, la de Elvis con el 507 que adquirió durante su servicio militar obligatorio en Alemania, bien daría para otro artículo, pero os dejamos con esta instantánea de la unidad, perfectamente restaurada por BMW.
Saliendo de BMW, el otro lugar imperdible es el concesionario de McLaren, frente a sus mismos talleres. Si contemplar cualquier deportivo de la firma de Woking es un espectáculo, incluso en sus gamas más "modestas", lo que guardan aquí dentro es bastante más estimulante: la oferta al completo. Habéis leído bien, al completo, incluyendo las Ultimate Series (menos el reciente Elva). Caminar entre obras de arte rodantes de muchos cientos de miles de euros es otra de las cosas que nos hace sacar nuestro niño interior.
El McLaren P1 se ganó a pulso el apodo de "Widowmaker" después de que nuestro querido Jeremy Clarkson le buscara las cosquillas bajo la lluvia en Spa. A su vez, el Senna GTR, la versión track-only del Senna, parece diseñado para hacer el mismo trabajo 10 veces mejor y destrozar el crono.
Comparado con el resto de la gama, el reciente McLaren Speedtail es una silueta elegante y delicada. Bebe del todopoderoso McLaren F1 y de su posición central para reinterpretarlo en la técnica más avanzada que posee la marca. Solo 106 unidades para este prodigio de 1050 caballos. Nos quedamos con ganas de solicitar una prueba de conducción al comercial de esta unidad en verde, aunque solo fuera por ver la reacción.
Después de este empacho de belleza automotriz y de estar al borde de sufrir el síndrome de Stendhal, nada mejor que parar a comer algo en el mismo Motorworld y pensar en cuál de todos estos aparatos se volvería con nosotros. Ojalá todas las decisiones en la vida fueran así, ¿verdad?
Mientras tanto, nos conformaremos con un AMG GTR como el de arriba y recorrer Europa participando en alguna "carrera" loca como la Gumball 3000 y nos seguiremos viendo por aquí.
¡Un saludo y feliz 2022 sibarita!